su agente inmobiliario

Smart clown

Uno de los principales problemas de los mundos técnicos es que suelen encontrarse aislados de los usuarios para los que presuntamente trabajan, creándose burbujas independientes inoperantes, que no se comunican entre sí. Nada puede tener menos sentido que un periodista pensando en lo que opinarán sus compañeros, que un arquitecto en como quedará su obra en la revista de arquitectura. Los políticos hablan para ellos mismos en la mayoría de los casos excepto en períodos electorales, y en las universidades los profesores se complacen citándose unos a otros para ir subiendo en el escalafón. Y cuando esto ocurre, como viene ocurriendo, estas burbujas acaban explotando. Un síntoma claro de esta confusión se manifiesta en el mercado de trabajo, cuya estrategia dominante es la búsqueda del especialista, sea para lo que sea.

Hace unos pocos días tuve la inmensa suerte de que unos amigos me invitaran a ver al payaso David Laribe. Nunca lo olvidaré. Fue un espectáculo maravilloso. Culto, inteligente, el payaso iba repasando todos los temas universales que ocupan la existencia del ser humano con la mayor de las naturalidades, basando su espectáculo, casi exclusivamente, en la participación del público. Niños, adultos y mayores iban pasando por el escenario sin el menor atisbo de pudor o incomodidad, convirtiéndose en parte del show sin esfuerzo aparente. Al final, el payaso lanzaba un breve discurso, en el que animaba a la gente a abandonar la televisión y salir a la calle para participar en los espectáculos en vivo –un país sin cultura es un país sin futuro, dijo– y subrayaba que sin el público, sin nosotros, su espectáculo no existía.

Ahora que casi todas las burbujas han explotado es el momento de mirar hacia afuera para intentar encontrar otras soluciones. Digo esto pensando pensando sobre todo en el mercado inmobiliario porque es el que he seguido más de cerca, pero creo que se puede aplicar a casi todas las cosas. El inmenso stock existente de casas e infraestrucuturas sin usuarios, ese lastre que arrastramos y que está hundiendo nuestra economía, no se puede activar sin la participación de todos. Los especialistas por sí mismos, ya sean del mundo financiero o urbano, no podrán crear una estrategia suficientemente inteligente. Muchos técnicos están buscando soluciones en el urbanismo participativo, colaborativo, en el mientras tanto, en la ciudad inteligente, y es bueno que así sea, pero no es suficiente, porque siguen existiendo los riesgos de caer en el aislamiento de una excesiva tecnificación que nos vuelve a llevar al aislamiento.

De verdad, completamente en serio, si yo tuviera la responsabilidad de pensar en qué se puede hacer con todos esos activos tóxicos, u ociosos, o como se les quiera llamar; si tuviera que reflexionar sobre cómo incentivar la implantación de prácticas inteligentes en la ciudad, una de las primeras cosas que haría sería contratar a David Larible para que nos enseñara el arte de convertir en protagonista al usuario, como hace él magistralmente con su público, con la mayor naturalidad.

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