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Un bloque de Gutiérrez Soto

Las casas de Madrid han tenido siempre tendencia a  asomarse a la calle, ya fuera por simple curiosidad, para disfrutar del buen tiempo o para ganar unos cuantos metros más. El bloque que diseñó el arquitecto Luis Gutiérrez Soto en la esquina de la calle Miguel Ángel con Rafael Calvo es uno de los primeros y más sutiles ejemplos del empleo de terrazas y miradores, que se extendería masivamente por toda la ciudad y acabaría convirtiéndose en un estilo que ha caracterizado como ninguno la arquitectura residencial madrileña de toda la segunda mitad del siglo XX.

Corría el año de 1935. El gobierno de la Segunda República acababa de promulgar una ley para combatir el paro de la clase trabajadora promocionando la construcción de viviendas de alquiler. La Ley Salmón, que tomaba su nombre del ministro que la firmó, concedía sustanciosos beneficios fiscales a los promotores. El propietario del solar de Miguel Ángel se acogió a ella de inmediato y encargó los planos al arquitecto. La obra se empezó a construir en ese mismo año, aunque no se terminó hasta después de la Guerra Civil.

El edificio se proyectó con el objetivo de obtener la mayor cantidad de luz y de aire para las viviendas, intentando que fueran exteriores en su mayor parte. Para ello el bloque se abre a la calle en su lado más largo por medio de un gran patio que le  permite aumentar la superficie de fachada, metiendo el espacio de la calle en el interior del solar. De las doce viviendas de cada planta son exteriores todas menos dos, que dan a generosos patios interiores.

La distribución interior es muy práctica. Son viviendas de 3 y 4 dormitorios, uno de los cuales es el que se llamaba antiguamente de servicio, todos con amplios armarios empotrados, e incluso vestidor independiente el principal en algunos casos. Los espacios de circulación y distribución están también muy aprovechados. El salón comedor está compuesto por dos piezas independientes que se pueden unir o separar gracias a una puerta corredera. Los portales son amplios y espaciosos, sobre todo el que tiene acceso por el jardín del patio a través de unos generosos soportales.

Una vez encajada la planta del bloque, el arquitecto diseñó la fachada, de ladrillo visto, que se repliega para crear terrazas cubiertas o se despliega para formar esas ventanas salientes llamadas bow-windows en el Reino Unido, donde son muy utilizadas precisamente en busca de la claridad, y que forman pequeños espacios en el interior que resultan muy agradables. El toque anglosajón definitivo lo dan las ventanas de guillotina, que dan la sensación de ensanchar los huecos de las ventanas con su línea horizontal. Algún vecino se refiere a estos bloques como los Dakota, evocando el histórico edificio de Nueva York en el que vivió John Lennon. Los grandes arcos que dan acceso al soportal por la calle de Miguel Ángel, la entrada al garaje, e incluso el pub que hay en el bajo, recuerdan también los ambientes residenciales de Central Park West, aunque por supuesto, en versión muy madrileña.

Las viviendas se siguen ofreciendo hoy en día en alquiler. El barrio es de lo más elegante, el edificio también, y además se trata de un auténtico y original Gutiérrez Soto, con sus elegantes distribuciones, con el espacio de lo más aprovechado, lleno de armarios empotrados. Le aseguro que no encontrará un piso tan bueno, y con tan bonita fachada.

 

El arquitecto camaleón

Luis Gutiérrez Soto (Madrid, 1900-1977) fue el arquitecto de moda de Madrid durante todo la dictadura franquista. Vivir en un  Gutiérrez Soto era un signo de calidad de vida y de distinción. Como se decía entre la burguesía acomodada de la época, en aquellos años 60 y 70 del siglo pasado:

«En Madrid, Coto, Loto y Gutiérrez Soto».*

Su estilo se extendió masivamente por toda la ciudad, gracias a su capacidad de adaptación a los gustos de sus clientes y a su eficacia para obtener los mejores rendimientos de los solares que le confiaban. Sin duda, si hubiera que destacar una figura de la arquitectura madrileña del siglo XX por su influencia en la imagen de la ciudad de Madrid y en la manera de vivir de sus habitantes, ésta sería la de Gutiérrez Soto.

Pero no solo construyó edificios de viviendas. Entre sus más de 600 proyectos, de los que 400 fueron para Madrid, hay de todo. Antes de la Guerra Civil proyectó cines como el Callao o el espléndido Barceló, inspirado en el expresionismo alemán, hoy sede de la discoteca Pachá; bares, entre ellos el mismísimo Chicote de la Gran Vía; o el primer aeropuerto de Madrid en Barajas. Y ya después, entre sus obras más polémicas está el mastodóntico Ministerio del Aire de Moncloa, que era llamado por sus más fieros críticos “Monasterio del Aire” por su parecido con el monumento de El Escorial.

Está claro que Gutiérrez Soto supo adaptarse a los tiempos y a los gustos de sus clientes, lo que valió en algunas ocasiones el desprecio de sus colegas. Pero él siempre procedía de la misma manera: organizaba la distribución en planta, que era su especialidad – “no se me resiste una planta más de dos horas” decía – y luego disfrazaba el edificio de lo que se llevara, sin prejuicios estilísticos ni formales.

* Coto y Loto eran dos salones de té de los afamados de la época en Madrid. Ver Morirse de gusto en Madrid, artículo de Enrique Herreros en el diario ABC, 12 de enero de 2007.

Artículo publicado originalmente en el diario El Pais: Jacobo Armero, Un bloque pioneroLas viviendas de alquiler de Gutiérrez Soto en la calle Miguel Ángel, modelo de arquitectura residencial, viernes 28 de septiembre de 2007. (Pág. 11)

 

 

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