La rejilla de Ópera sigue con su triste y desgraciada vida propia. Hoy mismo, cuando estaba haciéndole la foto, una chica que pasaba por allí me ha aplaudido y me ha dicho ¡muy bien, hay que dar caña! Me ha hecho gracia que supiera que era para eso.
La rejilla, la pobre, va de mal en peor. Se retuerce, se sale de su canal. El agujero está lleno de escombros y de basura, los adoquines de alrededor, los restos de la banda de rayas rojas y blancas que le ponen alrededor a la herida, las latas de refrescos, una calamidad.
La verdad, no es por ofender, pero tiene un aspecto fatal, muy desmejorada respecto a la última vez que la fotografié. Seguiremos informando. Lamentablemente, no se pueden esperar buenas noticias, las posibilidades de que mejore son pocas.