su agente inmobiliario

Historia de los 2 cuadrados

Llevaba tiempo con 2 cuadrados en la cabeza. Bueno, en realidad nunca he dejado de tenerlos, pero últimamente me saltaban a la vista con mayor frecuencia. Digo que nunca he dejado de tenerlos porque mis padres siempre me contaban el cuento de los 2 cuadrados, o al menos eso creo recordar. Según vamos creciendo son más numerosos los falsos recuerdos que los verdaderos, al menos en mi caso. Aun diría más, estoy casi seguro de que la gran mayoría de los míos lo son. Falsos, claro.

Pero volvamos a los 2 cuadrados. Al pasar por delante de la iglesia de San Andrés en la madrileña Puerta de Moros siempre me asalta uno imponente: solemne paño de ladrillo macizo, de elegante factura, rojizo, estático y dinámico a la vez, anclado por la fuerza de la gravedad y flotando en su plano vertical, abstracto y concreto, enmarcado por el granito gris de su zócalo, sus pilastras y su cornisa. Esta iglesia, que es de las más antiguas de la ciudad, es de esos edificios que «hacen ciudad», que pertenecen a los que, pasando desapercibidos, guardan en sus trazas la esencia de la personalidad de la capital.

  
 

Éste ha sido el primero de la mañana.

Bien, pues resulta que después de volver a pasar, como cada mañana, por delante de el cuadrado de San Andrés, he ido a hacer una visita a un cliente que me ha encargado que le redacte la documentación para pedir licencia de actividad al Ayuntamiento. Sí, a eso es a lo que no tenemos más remedio que dedicarnos los arquitectos ahora: certificados, peritaciones, actas, papeleos, en fin, coñazos, con perdón.

Pero la ctividad que este cliente va a realizar desde el principio me resultó sugerente: recicla teléfonos móviles, es decir que recolecta los aparatos que dejamos en las compañías telefónicas a cambio de uno nuevo, en plan Renove, o los que llevamos a los puntos limpios en algunos casos; y los destripa, los clasifica, y los manda a los países del llamado tercer mundo, que cada vez me parece más el primero, por verdadero. Un negocio boyante, al parecer, porque cada vez tiene más gente trabajando.
Y digo que me resulta sugerente porque me ha dado la sensación cada vez que he entrado en esa nave destartalada llena de operarios descuartizando móviles, encendiéndolos y apagándolos para ver si funcionan —las pantallas por un lado, las baterías por otro, las fundas y los teclados de cada modelo—, me da la sensación, decía, de que hay un murmullo como de miles, de millones de conversaciones pasadas y olvidadas, enterradas para siempre, que siguen en el ambiente como resonando.
Y hoy, al volver a ir a medir el baño, digamos —necesita dos, y vestuario, por la normativa vigente porque tiene más de 20 empleados, supongamos—, me he encontrado una caja de cartón llena de móviles defenestrados que formaban un limpio cuadrado, muy imaginario, pero cuadrado al fin y al cabo, y me he vuelto a acordar de la preciosa historia de los 2 cuadrados que, sin duda, nunca saldrá de mi memoria, porque es uno de los pocos recuerdos verdaderos que tengo.

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies