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Cortinas de cristal

Se asoman al torrente de tráfico cerca del puente de Ventas los inmensos bloques de viviendas del barrio de la Concepción. El aluminio y el cristal que relucen en sus fachadas han sido añadidos a la original. La imagen de uno de los barrios más castizos de la capital, como la de muchos otros, está compuesta por cientos de cerramientos individuales que arañan unos metros al espacio público de la ciudad.
Estos bloques se planearon en los años 1960 como ampliación del barrio de la Concepción, que se construyó en los cincuenta detrás de Pueblo Nuevo y Quintana, junto al mercado de Las Ventas. En aquellos años Madrid iba ocupando los espacios vacíos que quedaban entre los pueblos que absorbía según iba creciendo a lo largo de las antiguas carreteras. En el espacio que hoy salva el puente de Ventas se cruzaban la de Aragón, que es hoy la calle de Alcalá, con el Arroyo del Abroñigal, que ocuparía poco después la M30.
El promotor José Banús, más conocido por el puerto deportivo que construyó en Marbella que por los barrios enteros que desarrolló respaldado por el General Franco, como este de la Concepción o el del Pilar, aprovechó estos solares para seguir ubicando a la ingente población que acudía a trabajar a la capital en los años del desarrollismo. Dada su buena situación, enfocó estas promociones al público de clase media, compuesto por técnicos y profesionales. Su trazado se corresponde con el urbanismo moderno de la época, que posibilitó una extensión de la ciudad sólo comparable a la que ha tenido lugar en los últimos años. Los mastodontes de entre 11 y 17 plantas de altura son bloques abiertos, es decir que no forman manzanas cerradas y dejan entre ellos unos generosos espacios públicos que hoy son casi pequeños parques lineales. Esta estrategia crea espacios urbanos de alta densidad, capaces de ofrecer la variedad y la complejidad necesarias para el desarrollo de la vida de barrio, y con más zonas libres públicas.
El barrio de la Concepción tiene sin duda una intensa vida en la calle, con una rica variedad de comercios en las plantas bajas. El animado aperitivo del sábado por la mañana es el mejor parámetro para medir la actividad urbana.
Sin embargo la imagen general del conjunto, la que recibe el automovilista que circula por la M30, es la de un conjunto un poco destartalado. También es verdad que está un poco mediatizada por los disparatados personajes de Almodóvar de la película ¿Qué he hecho yo para merecer esto?, que discuten en la cocina de la casa enmarcados por las ventanas de aluminio. Banús, que aún hoy conserva una plaza con su nombre en el barrio, y que por cierto puede ver peligrar si la nueva memoria histórica se acuerda de ella, trató, como casi todos los promotores, de exprimir al máximo las posibilidades que le ofrecía la normativa urbanística. Los metros cuadrados de terraza no computaban edificabilidad, es decir que no contaban para la licencia, por lo que se conseguían más metros reales que oficiales. Pero está claro que las terrazas no estaban funcionando bien como espacios exteriores, y los usuarios han preferido ampliar los salones aunque quedaran con fachadas de ladrillo integradas.
En estos bloques se produce una aportación individual a la imagen de la ciudad, creando una especie inédita de arquitectura popular. Es algo muy habitual en la capital. Cada uno se ha hecho la fachada como le ha parecido bien o como le ha sugerido el cerrajero del barrio, en general con ventanas de mala calidad, sin preocuparse demasiado por el resultado final. Se trata por supuesto de una práctica ilegal, pero que nunca ha sido perseguida, y que ha sido tan habitual que ha acabado convirtiéndose en uno de los factores más determinantes de la imagen de la ciudad.
En alguno de estos paquebotes del barrio de la Concepción no queda prácticamente ni una terraza de las que tenía cada una de las viviendas, y se ha formado un espontáneo muro cortina, término técnico que viene del inglés curtain wall, y que se refiere a esas pieles de los edificios modernos que, independientemente de la estructura y del interior, forman las imágenes de los edificios, generalmente ideadas por el lápiz del arquitecto. Pero aquí la normativa ha producido sin quererlo estos muros cortinas populares, cuadrícula desordenada, formada por las líneas de las ventanas de aluminio y las superficies acristaladas, encajada entre los pisos y las barandillas inutilizadas.

Publicado en suplemeto Propiedades del diario El País, viernes 16 de noviembre de 2007

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